miércoles, 22 de julio de 2009

las mañanas desamparadas

Esta mañana la señora Solal se levantó temprano para ir a trabajar. Lo que no sabía era que hoy le habían cambiado el turno. Cuando llegó, le dijeron que no tenía que ir hoy. Pero como muchas veces se equivoca, al final le han dicho que estaba bien, que se quedase, aunque hoy no estuviera previsto.

Esta mañana la señorita Esser no podía dormir. Anoche cometió algún que otro exceso, y la cabeza no paraba de darle vueltas. Como hacía mucho calor se tomó un licor de Peppermint y aquello fue lo que desencadenó todo lo demás. Tuvo una extraña pesadilla. De repente se encontraba en una casa ajena, que en parte era cierto, puesto que se había mudado a otra ciudad. En aquel dormitorio la cama estaba deshecha, ella se desperezaba, se miraba al espejo y las ojeras se le salían de las cuencas de los ojos. En su pesadilla no paraba de recoger zapatos y ropa sucia, zapatos y sandalias, ropa interior, papeles de chocolatinas, y recordaba que habían dormido juntos. Pero él no estaba.

Piiiii...

La señorita Esser se despierta. Se encuentra desnuda, tapada con la manta, con escalofríos.

Piiiii...

Vaya, ciertamente, no estoy en mi casa, qué hago ahora. Creo que se ha ido sin decirme nada, ese es el castigo, por eso ahora tiene que volver. Pero yo no puedo salir así.

Piiiii...

De repente escucha pasos. No se ha marchado. Estaba allí, y sonríe mientras ella se apresura a vestirse, y recoger todas sus cosas. Solamente unas zapatillas, un vestido y el bolso.

Viene la señora Solal. La semana pasada la señora Solal le dio la mano. Ahora pensará que la señorita Esser es una señorita indecente.

Ambas mujeres se miran a los ojos.

La señora Solal añora su juventud en la señorita Esser, mientras admira su valentía de hacer lo que en su época no pudo hacer pero le hubiera gustado. La señorita Esser se avergüenza de algo que no tiene por qué, pero se avergüenza.

Sin embargo él ya le dice que la vergüenza no sirve para nada.

Su psicoanalista le recomienda que utilice el tiempo en cualquier cosa menos en dar vueltas a los mismos pensamientos.

Todos sabemos que el amor no existe, pero la señorita Esser no quiere vrelo. Todos sabemos que el amor es sacrificio, es aceptar y convivir con los defectos y desperfectos de la persona o personas amadas. Es un cansancio perenne, y sin embargo lo soporta con total estoicismo.

Dicen que la historia se repite cíclicamente y no soporta pensar verse como la Señora Solal. Pero ella, con sus años y kilos de más, y neuronas de menos, sabe que siempre hay un pequeño hálito de esperanza, y que si los jóvenes lo pierden, el mundo entonces, se acaba.

1 comentario:

barbaria dijo...

"con los defectos y desperfectos de la persona amada"... no lo sabes bien!